Un amigo de la infancia de Charles Darwin escribió sobre él en una ocasión que cuando los niños le invitaban a jugar al fútbol, prefería ir a explorar por su cuenta al bosque. Pero a principios del s. XIX no existía la pasión mundial por este deporte que hay en la actualidad, lo que sin duda hubiera llamado la atención del biólogo, ya que los comportamientos y actitudes que mostramos en los encuentros deportivos son universales, lo que nos hace pensar en sus orígenes biológicos, hundiendo sus raíces en el pasado más remoto…